10/11/2006

Viaje al centro de la mente. 1 day left

¿Qué mejor sitio para la redirección personal que Ámsterdam? Eso es lo que se preguntaba mientras que la unión perfecta entre los cuadros blancos y negros del estampado de sus zapatillas y el alcohol hiciera que mantener el equilibrio fuera una proeza sólo al alcance de Burt Lancaster o Nick Cravat.

Ámsterdam. Todo un símbolo de libertad. Todo un emblema del calvinismo más radical. Pero algo tiene, como un tan-tan en medio de la selva que mueve los cuerpos al ritmo de latidos de corazón. A todos nos atrapa tarde o temprano, como un pequeño roedor que acude al cálido aroma del queso semicurado. Puede que sea eso, ese lugar paradigmático donde te pueden mirar mal por hacer algo que no gusta a algunos, pero que respetan que hagas. Puede ser eso.

El ruido agudo y estridente de la goma de unas michelín contra el húmedo alquitrán de la avenida retumba en su cabeza. La mirada desconcertante del conductor contrasta con la expresión desinhibida de Mike, que respira calmadamente mientras apoya sus dos manos contra la chapa del morro del vehículo. Un instante después, algo parecido a zumo de naranja, pero más pálido sale de su boca con gran esfuerzo, aunque sin una clara potencia. Con la bilis se acabó la noche. Mañana será otro día, mañana saldrá el avión.

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